Este blog se actualiza quincenalmente

La desobediente

Malú Huacuja del Toro es como los sobrevivientes del ataque terrorista del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas, según se aprecia en una de sus crónicas de El álbum de la obscenidad (Plaza y Valdés, 2002): "Los obedientes están hoy muertos. Sólo se salvaron los que, en el lapso de 15 minutos, pensaron. (...) Con el paso de los días empezaron a repetirse aquí y allá los testimonios de los sobrevivientes que escucharon una voz diciéndoles que se regresaran a sus puestos de trabajo. Algunos de los desobedientes terminaron de bajar las escaleras, incluso, minutos antes de que se desplomara el edificio. Lloran al pensar cuántos más se habrían salvado si éstos, mansamente, no hubieran regresado a sus oficinas." (pps. 66 y 67).
Nacida en la ciudad de México el 25 de mayo de 1961, Malú (misma fecha de otra desobediente, Rosario Castellanos, con varios años de diferencia, claro) tampoco obedeció a quienes le auguraron prominente futuro en las letras a cambio de algo que no está dispuesta a dar: sometimiento. A los 23 años realizó su debut teatral con la obra Historia de amor, en síntesis, la cual escribió, montó y dirigió, al margen siempre de apoyos oficiales. Ya entonces sabía lo que quería: no depender de nadie. Aunque se le considerara niña genio y promesa de las letras. Excelente narradora, por un lado; crítica acérrima de la cultura oficial, por otro: ¿qué combinación más explosiva que esa? En nuestro país, bien se sabe, asumirse lo segundo crea dificultades insalvables para destacar en lo primero, por lo que los verdaderos artistas, como la propia Malú, corren el riesgo de anquilosarse. Eso no ha impedido a esta autora, autonombrada “emisaria del pasado proveniente de un país que anuncia un porvenir hacia una época anterior”, actualmente radicada en Nueva York, publicar notables libros como Crimen sin faltas de ortografía, Un dios para Cordelia, Herejía contra el ciberespacio y La lágrima, la gota y el artificio. Curiosamente, Malú asegura que su vocación, más que la literatura, es la independencia. La literatura, en su muy concreto caso, es consecuencia natural de la independencia. "Lo primero que descubrí, fue que no quería ser una madre mexicana. No quería celebraciones del 10 de mayo, ni paseos de vacaciones escolares cargando pañaleras o empujando carreolas, enojada y gritándoles a los niños que no se vayan a alejar mucho de mí, siendo que los niños sueñan con alejarse, y sobretodo de sus mamás... A partir de esta decisión empecé a escribir."
A los 24 años, en una época en que los escritores jóvenes no arrastraban tanta curiosidad como ahora, Malú resulta primera finalista del Primer Concurso de Novela Plaza & Janés con la novela Crimen sin faltas de ortografía. No sólo se atreve a parodiar el género, aporta además una novela policíaca sin policías. Por si fuera poco, ya desde esta primera novela se aprecia su aversión hacia la intelectualidad politizada y servil, encarnada en Sepulcro, el cadáver que es también protagonista. Se trata de un escritor de relativa fama pero muy mimado por los mecenas de la picaresca cultural, que se rodea de adeptos a los que explota en todas las formas posibles; plagiándolos, incluso (este personaje parece repetirse en el despreciable Raúl Miranda de La lágrima, la gota y el artificio). Mucho se habla del carácter visionario de la literatura, y Malú, al escribir esta novela, excelentemente resuelta por otra parte, nunca imaginó que correría la misma suerte de Elia, la narradora, a quien Sepulcro plagia sus primeros poemas. Muy jovencita, recién publicada la mencionada novela, Malú cayó en la trampa de una escritora consagrada que, so pretexto de entrevistarla para una publicación ficticia, le robó una idea. Con esta idea robada a Malú se escribió una obra de teatro que volvió más millonaria a la consagrada (porque, huelga decir que en nuestro medio literario, quienes se arrastran por el dinero no son los escritores muertos de hambre, sino los nacidos con cuchara de plata). A este respecto asegura Malú que aunque la consagrada llegó donde quería con la idea robada, la propia Malú ha llegado también a donde quería... para variar. Lo dramático es que sería plagiada dos veces más. La tercera viene documentada en El álbum de la obscenidad: justamente su texto del que reproducimos algunas líneas al principio, "La salvación de los desobedientes", apareció firmado por Eduardo Galeano en una página de internet, The machine, y traducida al inglés por Francisco González. Más historias de plagios son reproducidas en Crónicas anticonceptivas (Testimonio, Cuadernos del Financiero, 2006), donde Malu se manifiesta dolorosamente escéptica (pero muy divertida) respecto a la solidaridad femenina en el medio literario mexicano. La impostura del feminismo radical, afirma la autora (seudo feminismo, agregaría), amenaza la independencia como creadora ya que es la máscara favorita de las escritoras-empresarias más adineradas y cursis de Latinoamérica, ni más ni menos que las que les hacen el trabajo sucio a los hombres, dice. Y las máscaras son contrarias a la naturaleza de las desobedientes. De ahí que Malú decida dar un paso mucho más allá del feminismo tradicional y haya creado lo que llama contracultura femenina, difundida a través de la página web Miel y amoniaco y que no es sino el intento de abolir, a través de la ironía, los estereotipos de la mujer metida en la cocina pero emancipada, esto es, el feminismo ramplón. Este proyecto intenta, por otra parte, incentivar a escritoras que jamás hayan ganado becas ni premios gubernamentales: “Esta página surgió durante el año de la campaña presidencial –de julio de 2005 a julio de 2006-, cuando las escritoras de la campaña oficial estaban distraídas en su campaña política….”
El segundo libro de Malú, Un dios para Cordelia (Océano, 1995), causa revuelo al aparecer acompañado de una postal de la autora en ropa interior negra y sonrisa burlona, enarbolando un letrero que dice: "Espero que al verme en cueros te animes a comprar mi novela". De nueva cuenta, la desobediente altera tanto el orden como las reglas de un género, la ciencia ficción, y nos brinda una perfecta parodia orwelliana, ambientada en un futuro tan cercano que parece actual, donde la sociedad es regida por un dios absoluto: la Televisión. La imagen se enseñorea de las débiles voluntades de los televidentes. Tanto en esta novela como en Herejía contra el ciberespacio (Océano, 1999), donde el personaje central, Desertor, padece la pesadilla de quedar atrapado en mundos perfectos, huxleyianos, advertimos una propuesta por demás atractiva: disfrazar la dolorosa realidad de ficción futurista. Como cuando nos describe el atropellamiento de un pequeño mendigo disfrazado de payaso que es recogido por un camión de basura ante la indiferencia de los transeúntes. Paradójicamente, en el talante fantástico de Malú se advierte la vena realista que alimentó con sus fanáticas lecturas a Tolstoi, Dovstoievski y Chejov, y posteriormente a Víctor Hugo y Proust, de quienes toma la minuciosidad de sus descripciones.
Otro de los distintivos estilísticos de Malú, es que, a la manera de Alfred Hitchcock, se hace siempre presente en sus narraciones. En El álbum de la obscenidad nos brinda crónicas acerca de cómo, a raíz de lo ocurrido el 11 de septiembre, los comerciantes lucran descaradamente con el inflamado patriotismo de los gringos. En lo personal considero que lo que en verdad plantea el libro es cómo la necesidad de aparentar lo que no se es (una constante en la literatura de Malu: la impostura) crea auténticos e insalvables círculos viciosos. Y esa, sin duda, es una de las principales características de los neoyorquinos. En medio de un menáge a trois conformado por Jane (avergonzada de ser provinciana), Mike (avergonzado de ser mulato) y Dorothy (avergonzada de ser coreana), alza la mano Malú, mexicana y maquiavélica, desde la mesa de la cafetería Gandhi donde terminó los libretos de una radionovela titulada Tirando a matar.
En La lágrima, la gota y el artificio (Editorial Ariadna, Colección Los tímpanos de Teseo, 2006), Malú recurre a la novela en clave, no tan clave en su caso, para brindarnos una historia de un realismo descarnado y un pesimismo no menos aterrador que por lo mismo mueve, por instantes, a la risa loca. Esta novela exhibe las entretelas del mundillo cultural, cuyos capos son todo menos artistas, así como las del ámbito periodístico en México que, asegura la autora a través del personaje de la inteligentísima Inés, no es sino delincuencia organizada, “aunque en pequeña escala”. Y si bien Inés es físicamente todo lo contrario de la esbelta Malu, sus ideas y vivencias sustentan con claridad las de la autora: “Pero a mí lo que me pasó en el periodismo me salvó la vida de los sueños, de cualquier sueño. No para bien ni para mejor, no en un buen tiempo, pero por lo menos no para seguir soñando. Porque un día la cosa ahí en el diario, ya no se trató de cambiar uno o dos datos, sino de fabricar toda una historia, con personajes y todo, para prácticamente darle el nombramiento de diputado a uno que era muy amigo del miembro del consejo editorial del periódico, y perjudicar a otro miembro de ese mismo consejo, el cual estaba cobrando mucha fuerza, pero que era del bando contrario. Para “neutralizarlo”, decían, había que “exhibir”, o sea, desprestigiar, e incluso, calumniar, a su gente. “Su gente” era un funcionario del que cobraba soborno para elogiarlo en público (…)” (p. 88). La aparente sencillez de la prosa de Malu encubre una complejidad tortuosa, oscura, terrible que en La lágrima, la gota y el artificio alcanza su más alto nivel: la historia arranca con el interés de Inés, ex periodista y falsificadora profesional de documentos (oficio que, por cierto, aprendió en el mismo periódico donde trabajaba) por esclarecer la muerte de Elena Sotelo, joven y prometedora escritora, amante de Raúl Medina, que, se dice, quiso asustarlo prendiéndose fuego con efectos empleados en el cine y termina convertida en un cadáver carbonizado. Curiosamente la trama de tintes policíacos va evolucionando hasta abarcar los campos de concentración durante la dictadura argentina y los crímenes contra mujeres en Ciudad Juárez que, según la hipótesis de la novela, tiene relación con la pornografía y el tráfico de órganos. La novela aborda básicamente el macabro juego de nombres relacionando asuntos sangrientos con otros nimios: un salón de belleza de Nueva York llamado ESMA, justo como aquellos campos militarizados donde las mujeres encintas eran conservadas con vida solo hasta dar a luz; una cineasta feminista que filma un documental sobre las muertas de Juárez y sigue fielmente el guión que para tal caso le dicta uno de los involucrados…. e Inés sigue la pista de los nombres que parecen sembrados por un bromista que juega a placer con los destinos y los ánimos de miles de seres humanos: “(…) todo cobraba sentido desde el sinsentido (…) el destino se ve y quizás no exista sino hasta cuando se transforma en pasado.” (p.p 176 y 177).
Respecto a sus razones para denostar no al FONCA, sino a sus criterios de selección, nos cuenta la desobediente: "En un país donde cunde la miseria, el FONCA reparte becas... ¡entre millonarios! ¿Te das cuenta de que a ninguno de los cientos de "asesores" tira-línea del CONACULTA se le ha ocurrido, en 10 años, establecer un plan de apoyo con base en la situación socioeconómica de los postulantes? Una de las personas obsequiadas por los privilegios rotativos del FONCA pasa sus vacaciones en un departamento de lujo en el Upper West Side de Manhattan, donde vivía John Lennon. No es sin embargo su culpa: el sistema del Conaculta no le impone ninguna restricción, ya que es un sistema que ellos mismos diseñaron."
Malú ha explorado prácticamente todas las posibilidades de la escritura, incluyendo el guión radiofónico y cinematográfico (El amor de tu vida S.A, dirigida por Leticia Venzor, Premio del Público durante la edición 1997 de la Semana del Cine Iberoamericano de Cuba) y televisivo (Amor por televisión, Imevisión, 1988). Desde hace unos años empezó a escribir en inglés, haciéndose acreedora a un reconocimiento en el Concurso de Narrativa Arts & Letters 2002. Ha debutado ya como dramaturga en el corazón de Nueva York con la obra Celebrities Shouldn’t Have Children, para ser exactos, en el Gene Frankel Theathre. De su bolsillo paga los premios convocados por su sitio web Miel y amoniaco dirigidos a autoras no mimadas por el establishment.
¡Te invito a meterte en Miel y amoniaco, el fabuloso sitio de Malu que te tiene muchas sorpresas reservadas! http://www.antilibros.com/