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Como el agua clara

Para Juan Antonio Rosado Z.

Ho Xuan Huong tenía todo en contra para desarrollar su talento poético pero tenía a su favor dos escudos poderosísimos: astucia y cinismo. Y créanme, en la Viet Nam del siglo XVIII no era nada, nada fácil guardarse una sonrisa fuera de lugar y ella continúa, hasta nuestros días, haciéndonos cómplices de su sutilísima burla contra la sociedad de su tiempo. De entrada, nuestra poeta carecía de belleza, al menos es lo que afirman sus biógrafos y estudiosos que no suelen preocuparse en exceso por el aspecto físico de los poetas varones. Según el erudito Nguyen Van Hanh, se trataba de una mujer grande y huesuda a quien rehuían los varones frágiles. Otro más la describe como “petite”, voluptuosa y de cabello corto. Lo cierto es que resulta imposible establecer cual sería su aspecto real.
Por si no bastara la versión más aceptada de su fealdad, era huérfana de padre, quien por cierto pertenecía a la casta de los Ho Fi, que parece no ser poca cosa. Pero su madre se volvió a casar y se desatendió de la educación de su hija. Bah, ¿para qué procurarle educación a una niña que, para colmo, es fea y probablemente nunca sea requerida en matrimonio? Ho Xuan, que no era, por cierto, un ser sobrenatural, sufrió complejos de inferioridad, combinados con la mala salud que la mantuvo postrada gran parte de su infancia. Con todo, se impuso la disciplina del estudio y desde muy jovencita cultivó la poesía. Es muy probable que la inteligencia haya embellecido notablemente a esta muchachita desnutrida y cenicienta.
Pero hay algo más, acaso el peor de sus defectos: en una época en que los vietnamitas castigaban con saña a las mujeres que sucumbían al deseo carnal sin estar casadas, Xuan se descubrió, desde muy temprana edad, de muy ardiente temperamento. No sin mortificación debe haber contemplado las humillaciones públicas a las que eran sometidas las madres solteras: al nacer el fruto de su desliz, la pecadora se convertía en el entretenimiento central de una fiesta por todo lo alto, no encaminada a festinar a la nueva madre sino a torturarla. La mujer, objeto de la celebración, permanecía aislada e ignorada en un rincón mientras los demás se divertían, bailaban y bebían. Al cabo de un rato, la “homenajeada” debía tenderse sobre una esterilla para recibir cincuenta azotes. Si incurría en el mismo delito por segunda vez, el espectáculo central del festín consistía en arrodillar a la reincidente para afeitarle la cabeza. Una vez desnuda de cabellos (¿no era suficiente semejante castigo, por Dios?), se le dejaba caer agua en cal viva para inhibir el crecimiento del nuevo pelo: algo sin duda peor que la muerte para las mujeres que se caracterizan por tener las mejores melenas del mundo. La madre soltera no exhibía una letra escarlata en el pecho sino una cabeza calva e irritada que autorizaba a los demás a burlarla y despreciarla públicamente. A Xuan esto la indignaba, la enfurecía y la conmovía al grado de ponerse en los zapatos de aquellas infelices y escribir: “Por complaciente, ahora me encuentro embarazada/ ¿Sientes, amado mío, la pena que yo siento?/ Aún no ha podido el cielo unir nuestros destinos/ cuando un hijo termina con mi talle de sauce./ Toda la vida, amado, te pesará esta falta;/ yo acepté tal carga, fruto de nuestro amor./ Poco importa lo que anden diciendo y criticando:/ Algunos son prudentes; otros, habilidosos.” (Perfume primaveral, versión, prólogo y notas de Jesús Munárriz, Poesía Hiparión, Madrid, 1996, p. 31).
Ella, sin duda, pertenecía al grupo de los habilidosos donde las mujeres eran minoría. ¿Fue un milagro que la ardiente jovencita no corriera la misma suerte? ¿Milagro… o astucia? La única certeza que podemos tener sobre Xuan, considerada la mayor poeta de Vietnam, por encima incluso de la mucho más afortunada y dicen que bella Doan Thi Diem, de principios del siglo XVIII, es que no se publicó, no en recopilación de poemas, sino hasta 1913. Dichos poemas, traducidos y recopilados por el francés Maurice Durand que vivió subyugado por el mito de esta poeta combativa, estaban escritos en quoc ngu, una forma de escritura vietnamita romanizada. Su elección pudiera compararse con la de Dante de escribir en italiano vulgar en vez de hacerlo en latín, o la de Chaucer de escribir en inglés en vez de en francés. Como ellos deseaba ser comprendida por toda su gente, no importando su nivel de estudios. El idioma en que Xuan escribió era el de los aforismos y el utilizado habitualmente para sermonear al pueblo. Pero ni en el siglo XX resultaría fácil publicar las picardías en Xuan que tuvo la osadía de cantarle al pene, al que alude en diversas oportunidades aunque más directamente en “El miembro viril”, en medio de una sociedad confuciana que censuraba la representación del cuerpo desnudo: “Al nacer nos lo dieron nuestros padres, ¿qué vergüenza hay en ello?/ De noche, aunque sin ojos, luce más que una lámpara./ En la cabeza lleva un sombrero de piel; su capa brilla roja./ Carga a la espalda un saco de pelotas, que cuelga en una/ funda negra.” (p. 111) El poema, que naturalmente no fue publicado en su momento, sorprende no solo por su procacidad sino también por la increíble capacidad de la poeta para ponerse en el lugar del varón (como antes se ha puesto en el de las madres solteras) y referirse con tal familiaridad al miembro que pareciera propio. Hay, es verdad, una cierta obsesión fálica en la poesía de Xuan, si bien refiere asimismo a la vagina, aunque para ello recurra a metáforas más bien dulces, diría que místicas: “La callejuela que conduce a él es húmeda y profunda/ ¡Oh, qué pozo excelente, de agua clara que es una maravilla!/ Centellea la pasarela con sus dos tablas blancas./ Su agua corre en un reguero de transparente limpidez./ En torno a su brocal trepa la grama de pequeños mechones./ Un pececillo vivaracho en medio de la corriente nada./ Quien sabe si este pozo, al igual que una virgen, está intacto./ A ver quién es el guapo que se atreve a pescar en esas aguas.” (“El pozo”, p. 59).
Según los antologadores de Poesía vietnamita, preparada por especialistas nativos en 1976 y traducida al castellano por académicos de la Habana, donde se publicó en 1984, Ho Xuan Huong legó a la literatura de ese país algunos de sus mejores poemas. Aunque se hacía referencia a un total de 60 poemas, poco más tarde se descubriría que eran 139. En vida de la autora, de la que ni siquiera se sabe cómo y cuando murió (aunque presiento que alcanzó la edad provecta y fue una anciana optimista y divertida) se publicaron algunos que circularon en forma muy clandestina. Su arte poética es heredera, sin duda, de la mejor tradición literaria vietnamita, de raigambre china. Utiliza, dicen los expertos, la estructura Tang (poemas en octavas heptasilábicas, con múltiples y complejas reglas de alternancia entre tonos y rimas y los cuatro versos centrales colocados dos a dos), con particular frescura. Evita, eso sí, las alusiones eruditas, típicas de la poesía vietnamita, a la mitología china y se inserta más bien en el contexto popular, por lo que sus poemas parecieran de pronto canciones. “La reina del nom”, la llama Xian Dieu, aludiendo al idioma materno de la poeta, el nom, mezclado con ca-dao, refranes y coplas del dominio público. Así entonces, pese a dominar el chino estilizado que era en el que se escribía toda poesía respetable, es evidente que nunca pretendió incorporarse a las élites… más aún, se burla bellamente de todo lo estilizado: “Blanco es mi cuerpo, de formas redondeadas./ A ratos, sobrenadando; otros me hundo en el agua/ Dura o blanda, no importa qué mano me ha amasado/ porque conservo siempre rojo el corazón.” (“El pastel flotante”, p. 61)
Nacer mujer, naturalmente, era la mayor desventaja de todas. Xuan, cuyo nombre significa, irónicamente, perfume primaveral, vio la primera luz en una aldea de Hanoi, cerca del gran lago del mismo nombre. La fecha de su nacimiento es un misterio absoluto, dado la insignificancia del evento. Se le sitúa a finales del siglo XVIII o comienzos del XIX. Juan Miguel de Mora toma como punto de partida al prestigiado escritor Fam Inh Ho, del que se sabía un poco más (1768-1839), contemporáneo de nuestra poeta. Nadie daba un ápice por aquella criaturita mugrienta y enfermiza, que no solo se casaría dos veces (aunque en condiciones harto desventajosas) y tendría múltiples amantes con una desfachatez que hoy día sorprendería, sino que alcanzó por sí misma una asombrosa erudición. Pero la sabiduría no necesariamente se acompaña de astucia, que es una virtud harto más pagana y se retroalimenta en prácticas menos espirituales. Acompañada de astucia, sin embargo, la sabiduría suele obrar auténticas maravillas como en el caso de esta mujer que se dio el lujo de jugar al gato y al ratón con una sociedad ultra conservadora y misógina, haciendo del doble sentido todo un arte personal: “(…) el abejorro cuyas picaduras se hinchan? / Desafío a cualquiera a saber si es tubérculo o flor./ ¿Quién podría distinguir si es tallo o corola?/ (…) nunca en toda su vida se oirá llamar nuera.” (“La que nació sin sexo”, Perfume primaveral, p. 27)
Desde muy joven, Xuan regenteó una casa de bebidas donde se las ingenió –toda su vida fue un ingeniárselas para todo- para implementar lecturas de poesía. En ese entonces la poeta se limitaba a “decantar” los poemas. Criticar o juzgar serían términos demasiado duros para describir su papel en aquellas tertulias donde jamás participó como lectora, aunque ya entonces llevaba largo trecho como escritora. Su donaire y sensibilidad llamaron la atención de uno de los asiduos a la casa, nada menos que el jefe del distrito de Vinh Tuong, de nombre Pham Viet Dai, que de buenas a primeras la solicitó en matrimonio. El partido no era para nada desdeñable. El problema consistía en que Huong vendría a ser la segunda esposa, o para que suene mejor: primera concubina. La vomon, que textualmente significa “mujer pequeña” y designa a la concubina. Dado el fogoso temperamento de la poeta, que nos la hace ver como una mujer que apostaba todo a su libertad de acción y de elección, es muy probable que haya accedido por amor y no por conveniencia. Mucho se habla, de hecho, del terrible golpe que representó para ella la prematura muerte de aquel primer esposo a quien le escribiría uno de sus más bellos poemas, titulado justamente “Llanto por el prefecto de Vin Tuong”: “Ya viviste lo tuyo, prefecto de Vinh Tuong;/ nuestra deuda de amor está ya liquidada/ Tus dotes literarias yacen ahora enterradas a tres pies bajo tierra,/ tu destino de hombre se dispersó a los cuatro vientos./ El fiel de la balanza del creador, ¿dónde habrá ido a parar?/ Abrióse la matriz universal y ahora ha vuelto a cerrarse./ Y veintisiete meses de una vida, ¿qué son?/ ¡Ya viviste lo tuyo, prefecto de Vinh Tuong!” (p. 67). Como vietnamita, criada en los preceptos confucianos, Xuan creía firmemente en que el amor era una predestinación y que si se le rehuye se reencarna en caballo, en perro y, finalmente, en criado. De ahí que se aluda a la “deuda amorosa”: una bella forma de decirle que, por lo que a ellos respectaba, se habían librado del karma.
A la muerte de su amor, la poeta no demoró mucho en casarse por segunda ocasión con otro funcionario, el jefe del Cantón de Coc, nuevamente en plan de primera concubina, pero evidentemente nunca amó a este como al anterior… y no tardaría en arrepentirse de su impulsividad. No fue feliz. Viuda de nuevo, como si los dioses se hubieran apiadado de ella y de los mal tratos que recibía tanto por parte del nuevo marido como de la primera esposa que prácticamente la esclavizó, escribiría para el difunto versos en un tono harto distinto a los anteriores (debe de haber sido, por cierto, el primero que tuvo oportunidad de escribir tras su inmersión en los deberes domésticos bajo el látigo de la primera esposa: “¡Ay, pobre esposo mío! ¡Pobre esposo mío, ay!/ Sólo ha durado esto la unión entre tú y yo/ El renacuajo ahora ha perdido su cola./ Ni diez mil piezas de oro devolverán al sapo sus señales de cal.” (“Elegía por el jefe del Cantón Coc”, p. 71) Vale la pena apuntar que este marido quedó inmortalizado con el nombre Coc, que en chino significa “sapo” y del que nada más se sabe. Este es un perfecto botón de muestra del estilo de Xuan: parece estar homenajeando al muerto cuando en realidad se mofa de él. Los eruditos han creído ver dobles sentidos en absolutamente todos sus poemas, pero lo cierto es que en algunos se advierte un alto sentido religioso si bien en otros ridiculiza a los religiosos y a los bonzos o monjes.
Lo que sí es una constante en su poesía es la rebeldía y la crítica contra costumbres que ya en su tiempo encontraba absurdas y sin sentido, siendo una de ellas la poligamia, ¿por qué ese afán de poseer varias mujeres a la vez? ¿Por qué no centrar tu atención en una sola? ¿Por qué exponer a las concubinas a la diaria humillación de la primera esposa que, en cierto modo, tenía razón en fastidiarse? Varios de sus poemas exhiben esta inconformidad, quizá porque hubiera preferido no haber compartido a su amado Viet Dai, pero sin manifestar rencor hacia las esposas: a fin de cuentas, parece decir, las mujeres no hemos elegido este destino… no hemos elegido nada, de hecho: “Compartir un marido con otra, ¡puta suerte!/ Una duerme bajo mullidos edredones y la otra se congela./ Si, por casualidad, algún encuentro cuaja,/ con una o dos al mes, a tres no llegan./ Una se arrima para sacar algún tazón y el arroz está mal cocido,/ una sirve igual que una criada, solo que no le pagan./ ¡Ah, si hubiera sabido que esto iba a ser así,/ me habría resignado a vivir siempre sola, como vivía antes!” (“Compartir marido”, p. 69). A través de sus poemas aconseja a sus amigas cercanas, a quienes alude bajo los títulos de “la mujer de…”, sin emplear sus nombres propios, y que sin duda debieron tener acceso a este material y lo celebraron en la intimidad.
Los poemas de Ho Xuan Huong son piecitas de un autorretrato que se arma con singular alegría mientras se visualiza a la autora corriendo traviesa y preñada de secretos por un bosquecillo. Llegó demasiado lejos en aquel mundo silente y cabizbajo donde solo se festejaba la desgracia de las mujeres, cuestionando también los valores místicos y religiosos, de vital importancia en su sociedad. Quizá la belleza con que revestía su discurso subversivo le ahorró castigos y persecuciones que no figuran en su historia. De ahí que haga tanto hincapié en su astucia como ingrediente de su poesía. En la voz de Xuan convergen las de todas las mujeres humilladas y para poder hablar a nombre de ellas era necesario no sumarse a la tropa, crear una cierta distancia de ejemplaridad. En nombre de ellas nuestra poeta se divierte y juega despiadadamente con la perplejidad de los ofensores que sin duda subestimaron su asombrosa capacidad verbal y musical: “¡Gloria al Creador, que tantas veces se muestra ingenioso!/ Una pared rocosa exhibe en su superficie multitud de agujeros/ se aferran a su piel las plantas trepadoras,/ apretadas al tacto,/ golpea por los huesos de las rocas el agua, pegajosa en la mano./ Un bonzo de cabeza afeitada, sentado, sacude su matraca,/ dos boncillos de curvos espinazos al pie del santuario montan/ guardia.// Al llegar a la meta, una sabe que el santo allí se transformó./ Fatigadas las piernas, cansadas las rodillas,/ siguen igual de vivos/ los deseos.” (“La montaña de la pagoda del Maestro”, p. 55) Nótese como aparentando honrar a un bonzo, la autora se conduele de su abstinencia sexual que, considera, de poco le ha servido y en cambio ha acentuado sus achaques. Xuan no concibe esta vida sin placeres sensuales, es evidente.
Particularmente gozosos son los poemas escritos a manera de diálogo picaresco entre ella y el poeta Chieu Ho, su amante, que al parecer no tenía prejuicios de ningún tipo respecto al goce sexual femenino dada la descarada celebración que hace del mismo. Veamos para finalizar este maravilloso botón de muestra (el traductor insiste en explicar la intencionalidad sexual de ciertas expresiones, pero yo prefiero que el lector-a lo interprete y goce por sí mismo:)

UNA BROMA A CHIEU HO
¿El maestro está resacoso? ¿Alteró al maestro el alcohol?
¿Por qué se mete en la luna el maestro a pleno sol?
Ojo, ojo, que para que se entere se lo digo.
No ande metiendo la mano a la cueva del tigre.

RÉPLICA DE CHIEU HO
Pues sí, estoy resacoso; sí me alteró el acohol,
Cierto es que a pleno sol me meto con la luna,
Pueda que no deba meter mano en la cueva del tigre,
Pero, ¿no notas que en la tuya también se ha colado un tigrecillo?
E-mail enviado por la poeta tijuanense Estela Alicia López Lomas, "Esalí"
Fecha:
Wed, 18 Jul 2007 13:23:21 -0500 (CDT)
De:
"Estela Alicia López Lomas"
Asunto:
Re: Ho Xuan Huong en LA TRENZA DE SOR JUANA
A:
"Eve Gil"
evelinamaria@kamikazefabsub.net
Mi EvEvE:
Otra vez hondo deleite -oriental al costado-, gong de suspiros al gusto más antiguo (mío), amor el más grande al pensamiento oriental, nombres a quien nombres, ella y ella y ellas, legión creciente -que desde Murasaki shibiku a mi me dio y me sigue dando un suspiro distinto, unas ganas de abrir ventanas y arrojar mi viejo ser y comenzar con una piel distinta, otra voz, otro pensar, otro sentir, otro decir...
y aprendo a decir gracias en silencio, con reverencia, por la vida ganada a los tropiezos, ahora que recién rescato a Mulan de librería de viejo (Seattle) donde viego gato gordo negro ronroneara penumbra en torno al fantasma de la niña que fui, leyendo a los doce años: Moment in Peking... Lin Yutang, perfect condition pasta dura edición 1939 eight dollars... en 1957, agonía y gloria: ochocientas y tantas paginas a una doceañera ojos desmedidos bebiéndose la guerra "To the brave soldiers of China who are laying down their lives that our children and grandchildren shall be free men and women" -regalo del hasta entonces padre ausente, caricia del padre de eterno emocionalmente distante recién llegada a Tijuana, 1957 -él, a tímida larguirucha: "Toma, me dicen que te gusta leer, que sabes algo de inglés..." Lin Yutang cimentando mi corazón a Tijuana por culpa de su novela, de su heroína Mulan, en ese mi primer libro mío lo primero verdaderamente mío en toda mi vida: despastado, hojas carcomidas desprendiéndose, pero adentro: el mundo, la vida, la guerra, el amor, el valor de Mulan... primer asomo a la literatura y el pensamiento oriental abriendo surcos en el alma niña estrenando semanas después su mano en primeros hai kus... Todo es infancia en la vida en la memoria, todo es infancia, y la raíz se vuelve reverencia a los nombres que surtieron savia al cuerpo tembloroso de una flacucha miedocilla y amonjada en la ordandad del abandono (catorce años junto a monjas sella a daga esta cicatriz que ni Dios osa tocar: de allí que me abrazara luego a Concha Urquiza con ánimos de blasfemia y esperanza)... Lo demás es historia, pero Lin Yutang -a quien estoy releyendo tras rescatarlo en la librería de viejo a ojos nublados porque sigue viva en mi la niña que lo leyó hace cincuenta años- me llevó de la mano pocos años después a Murasaki y al resto que es un grande resto interminable en donde bebo agua de vida y espejo de conocimiento: me conozco en ellas, las conozco en mí, y eso, mi Eve, es cuanto necesito para este arduo camino en pos de la palabra con mi nombre para unirlo al tuyo y a los de todas las que nombras, palabradoras todas, como decía la Rosarito en Pasaporte: Mujer pues de palabra. No. De palabras. Muchas.
Te abrazo con un fragmentito de Moment in Peking, donde Mulan: "Strangely, the new pride in her name worked a change thereafter in the girl's opinion of herself."
!Dime si no es razón para exultar el alma de una niña de doce años adentro de la mujer de 63!