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Escritoras para el Nuevo Milenio I

HETEROFLEXIBLE

Por: Elena Méndez*

Foto: Autorretrato de la autora

Para Mariana Enríquez

Déjame que te cuente, Norteña. Había ido a Oaxaca con el Richie, me patrocinó todo, en esa época él tenía dos becas, una por ser indígena (aunque se la da de cosmopolita) y otra por un proyecto de novela.
Ken me había cortado porque no se sentía capaz de formalizar, según esto. Al poco tiempo ya andaba con otra vieja y fueron a hacerse análisis. Resultó que él tenía papiloma y me echó la bronca a mí. Yo no se lo pegué, ni madres, pero andaba depre y por eso el Richie me invitó a Oaxaca, pa’ alivianarme.
El Richie se había ligado a un francesito bien buenote, trigueño de ojos verdes, y me pidió desafanarme para cogérselo en nuestro cuarto. Total. Me fui a deambular por el centro, ya ves que me fascinan las ciudades barrocas, como a vos. El caso es que fui a dar a un antro gay que me había recomendado el Richie. Estaba en un sótano. Carísima la entrada. Pura música onda Astor Piazzolla, Gotan Project. Decoración kitsch. Había puras lesbianas, la mayoría iban con pareja. Pedí un Absolut Mandrin y me senté junto a la barra. Como a la media hora se me acercó una chava alemana, ojos plúmbago. Era escultora y performancera, tenía cinco años viviendo en Oaxaca. Me preguntó si era de ahí, No, chilanga, Ah, pronto expondré un proyecto en el ExTeresa, te invito, y nos pusimos a hablar de tu paisana, la artista necrófila, y de unos nopales horrendos que vi en el Museo de Arte Moderno, Eso no es arte, no mames, exclamó en perfecto español, entonces pidió una botella de Absolut Mandrin y consiguió mesa, Vente, me tomó de la mano, me guiñó un ojo, mordiéndose el labio inferior, brindamos, intercambiamos besos cítricos mientras delineaba mis pezones con el índice.
Bailemos, me dijo, y me condujo a la pista mientras sonaba el Libertango, se movía como toda una porteña, Viví en Buenos Aires antes de estar acá, fíjate cómo lo hago, esto es pura pasión, enredó su lengua con la mía, ¿Me acompañas?
Fuimos a su casa. Portaba lencería turquesa, a juego con su mirada. Me pidió desnudarla y me refugié a la sombra de sus senos en flor. Oh, no te burles de mi plagio a Proust. Padezco de literatosis, diría Onetti.
Me tendió en la cama, sus besos anclados a mi cintura. Mordisqueaba mis pezones, me pidió, Voltéate, y recorría de arriba abajo mi espalda con su lengua, me acariciaba las nalgas y luego me puso otra vez de frente para colocar mis piernas sobre sus hombros, yo estaba súper húmeda, me introdujo los dedos índice y medio, los lamió con deleite, me hizo un cunnilingus fantástico, no te miento, vieja, me vine como a los dos minutos, le pasé los pies por la espalda mientras gemía enloquecida, me rogó que le hiciera lo mismo, No se me antoja, respondí, ¿Qué?, No se me antoja, tengo sueño, Ándale, No, de veras… se encabronó y me dejó sola en el cuarto… ¿Que si qué me costaba complacerla? Me da hueva, en serio, soy muy sensible con los olores, temo que huela mal, aparte yo ni soy lesbiana, güey, nunca había estado así con una mujer, salvo lo que te conté, los besos en el Cabaretito y tal. ¿Por qué te da risa, chingado? No soy lesbiana, sino heteroflexible, que es distinto. Por cierto, ¿no te provoca esta salsita del Buena Vista Social Club?


*Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, 1981). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora y articulista. Su obra aparece publicada en diversos medios impresos y electrónicos de México y el extranjero.