Este blog se actualiza quincenalmente

Escritoras del Nuevo Milenio VI

La cadena evolutiva (de los hechos)


Por: Nadir Chacín

A Darwin


Bos taurus

El toro se acerca. Huele los genitales de la vaca. Estira su cuello. Frunce el labio superior. El toro y la vaca se buscan con insistencia. Se vuelven a oler. Se golpean suavemente. Emiten bramidos, mugidos. El olor de la vaca produce una serie de cambios en la fisiología del toro. El miembro del toro se erecta. Monta a la vaca. Deja el esperma en el fondo de su vagina.

Homo sapiens

José se acerca. Huele los genitales de María. Estira su cuello. Frunce el labio superior. José y María se buscan con insistencia. Se vuelven a oler. Se golpean suavemente. Emiten quejidos. El olor de María produce cambios en la fisiología de José. El miembro de José se erecta. Monta a María. Deja el esperma en el fondo seco de su vagina.

Bos taurus

En cuatro patas está la vaca cuando el toro la embiste. De qué otra forma podría estar sino en cuatro patas y de espalda al toro. Huele a vaca en celo mientras mira con sus ojos caídos, ojerosos, llenos siempre de lagañas que no puede quitarse. En ese instante, como en todos los demás instantes, mira su mundo a través de las secreciones de sus ojos. A menudo lo logra también mientras una nube de moscas revolotea sobre su cabeza. La naturaleza lo quiso así y la vaca no la juzga. (Silencio.) La vaca mira los pastizales que se extienden hasta el infinito. Pero este animal nada sabe de contemplar paisajes, sólo mira. Desde lo lejos, cuando la montada termina, recibe muchas miradas complacientes, los dueños de su capacidad de reproducción la observan traspasando las lagañas que tampoco han podido limpiarse de sus ojos. Celebran pensando en el resultado de la montada. El toro ni se entera. La vaca menos. Los pastizales están mojados por el rocio de la mañana, los animales caminan sobre ellos y se dispersan. (Silencio.) El toro ha hecho su labor, la vaca la suya. Luego de 280 días un nuevo habitante de la tierra dice muuu. La vaca sintió dolor mientras el becerro le salía por la vagina, siempre que pare le duele. No cree ni piensa nada sobre el sufrimiento. Se comió su propia placenta porque es una Bos tarus. El toro ya está listo para la próxima montada con esa misma vaca o con otra. La vaca tiene hambre. Los humanos aún celebran. El ganado come pasto sin depender de Dios.

Homo sapiens

De qué otra forma podía estar María sino en cuatro patas. José percibe el olor que desprende su vagina mientras la embiste desde atrás. Ella está observando, con sus ojos de mujer, caída, la pared inmóvil de su habitación propia. Tiene ojeras y muchas lagañas. No sabe si los dedos sirven para quitarse las lagañas, nunca lo ha intentado. En ese momento, como en los últimos 10 años de su vida, mira su realidad a través de las secreciones pegostosas de sus ojos. La pared de su cuarto es fría y plana, pero sonríe recordando un paisaje que disfrutó cuando apenas era una niña. La naturaleza le dio el don de imaginar y ella lo usa. (Silencio.) Muy cerca, al otro lado de la cama, José mira a María sin contemplarla. El dueño de su capacidad de reproducción también tiene lagañas en los ojos. Alguna vez se las quitó y según dice no le sirvió para nada. Desde que se conocen así se han mirado el uno al otro: lagañosamente. El lecho nupcial nunca ha quedado húmedo después de una montada. María tampoco se ha mojado desde que está casada. (Silencio.) José sólo hace su labor, ella ya no sabe qué hace, pero allí sigue. Luego de 9 meses un nuevo ser humano llora. Al nacer otro de su especie lo recibió con una nalgada para darle la bienvenida. María y José, sus padres, lo hicieron nacer con mucho dolor. El sufrimiento une a la familia. María partió en cachitos su placenta, se comió 1 centímetro cada semana. "Ayuda a mantenerse fértil", le dijo su madre. Celebran los humanos. Cada dos años un nuevo nieto nace: bendiciones de Dios. José ya está listo para otra montada. Una mujer que no se llama María aún lo extraña. María vomita, no le gusta lo hinchado que le quedó el vientre. Todos son Homo sapiens. Los Homo sapiens no tienen depredadores.

MINIFICCIONES

Amores eternos

Un florero vacío y María sintiéndose no recordada por José. Juan lloraba cada domingo viendo flores vivas que él no le ponía a su Magdalena. José, por su tristeza, olvidó el nombre de María y -en su honor- decidió ponerle flores a otra mujer del cementerio, por siempre.

La boda

Ella me amó, pero dejamos de vernos hasta que recibí la invitación: María y José te esperan en su boda. Acepté gustoso, mi ex-mujer se casaba, y como la recordaba siempre cocinando exquisiteces llegué a su fiesta con aquel juego de cuchillos elegantes y caros. En ausencia de José, ella recibió el regalo y sólo me dijo: "querido, como siempre, tarde y puntual a la vez".
Entendí que aún me amaba cuando la vi junto a un José acuchillado en la nota roja del periódico.

Amores que matan

Escena I
Jaime odia manejar un microbús, odia el pasaje que se sube a su unidad, odia a todas las mujeres. Laura es seducida por tanta ira acumulada, la excita. El odio de Jaime es la mejor promesa de amor que le han hecho. Se muda con él, pero su amante poco a poco comienza a parecer otro hombre.
Él regresa a casa luego de lidiar con el tráfico, grita como acostumbra y ella siente que la ama, que por fin le demostrará su amor, pero un segundo después Jaime le pide perdón de rodillas por haberle gritado.
Llega la noche, cogen y al terminar Jaime saca a Laura de sus casillas con un “te amo” inesperado. Para ella es el colmo del engaño. Al día siguiente decide mudarse con Tomás, quien vive en el cuarto contiguo en la misma vecindad.

Escena II
Laura por fin tiene una costilla rota. Se ha esforzado con Tomás, logra que él la mande al hospital dos veces por semana. Está conforme, aunque aún no consigue lo que realmente quiere. Lo que en el fondo se merece.
Tomás la deja sola una noche, se fue a beber con unos amigos. Jaime toca a la puerta de la mujer que todavía ama. Laura extraña al Jaime del cual se enamoró, espera que la patee desde el cuartucho de Tomás hasta su antigua habitación.
Quiere ser rescatada, quiere recibir lo que siempre soñó. Pero un Jaime lloroso le besa las heridas que le hizo Tomás.
Nadir Chacín (Caracas, Venezuela, 1971)
Antropóloga, editora y escritora. Vive en Ciudad de México desde el año 2000. Alumna del Taller de cuento del escritor Alberto Chimal. Su reciente libro Senderos de paz (Alamah, Santillana, 2008) trata sobre el Budismo Zen, la física cuántica y la búsqueda de la felicidad. Actualmente trabaja en la Editorial Sexto Piso como editora.

Lee el blog personal de Nadir, aquí

Conoce la faceta como psicóloga de Nadir, yendo directo a Capuccinsky Express