Por: Queta Navagómez
Revoloteo
Entró por la ventana y empezó a dar vueltas alrededor de los dos escritores. ¡Zim!, ¡zum!, ¡zam!, iba y venía formando acrobáticos ochos. Wilhelm y Jacob Grimm estaban a un paso de terminar sus Cuentos Infantiles y del Hogar, y el animalillo aquel no les permitía la concentración.
¡Zum!, ¡zam!, ¡zim!, insistía el insecto. Con el rabillo del ojo, Jacob lo distinguió un poco más grande que las moscas alemanas, rechonchas a causa de tanta salchicha. Moscardón o abejorro, qué lata, pensó. El alado bicho continuó sus aéreas acrobacias, así que Wilhelm, molesto, lo alejó agitando ambas manos y volvió a repasar su escrito.
Parecía que el díptero quería que lo notaran y esta vez pasó casi rozando las pestañas de Jacob. ¡Ahora verás, maldito!, amenazó el escritor. Tomó el matamoscas que siempre tenía a la mano y con rápido movimiento lo derribó de un golpe, embarrándolo después sobre el escritorio. Ya estarás contento, ¿eh?, querías eso ¿verdad?, gritó Wilhelm acercándose a mirarlo. Y sí que lo miró. Atónito, observó el pequeño cadáver y corrió en busca de una lupa de aumento.
Acongojados, los hermanos Grimm comprobaron que los despojos no correspondían a un moscardón, ni abejorro ni mosca, sino a un hada diminuta.
Entró por la ventana y empezó a dar vueltas alrededor de los dos escritores. ¡Zim!, ¡zum!, ¡zam!, iba y venía formando acrobáticos ochos. Wilhelm y Jacob Grimm estaban a un paso de terminar sus Cuentos Infantiles y del Hogar, y el animalillo aquel no les permitía la concentración.
¡Zum!, ¡zam!, ¡zim!, insistía el insecto. Con el rabillo del ojo, Jacob lo distinguió un poco más grande que las moscas alemanas, rechonchas a causa de tanta salchicha. Moscardón o abejorro, qué lata, pensó. El alado bicho continuó sus aéreas acrobacias, así que Wilhelm, molesto, lo alejó agitando ambas manos y volvió a repasar su escrito.
Parecía que el díptero quería que lo notaran y esta vez pasó casi rozando las pestañas de Jacob. ¡Ahora verás, maldito!, amenazó el escritor. Tomó el matamoscas que siempre tenía a la mano y con rápido movimiento lo derribó de un golpe, embarrándolo después sobre el escritorio. Ya estarás contento, ¿eh?, querías eso ¿verdad?, gritó Wilhelm acercándose a mirarlo. Y sí que lo miró. Atónito, observó el pequeño cadáver y corrió en busca de una lupa de aumento.
Acongojados, los hermanos Grimm comprobaron que los despojos no correspondían a un moscardón, ni abejorro ni mosca, sino a un hada diminuta.
Cuentos de cuna
- En lo más espeso de las nubes, en un gran castillo hecho con piedra gris, vivía un ogro hermoso como tú. Después de opípara cena, contaba las monedas de oro que había logrado con ahorros de toda la vida. Colocaba sobre la mesa a una gallina que cada noche ponía un huevo de oro y, tras guardarlo, sacaba su arpa mágica y, arrullado con tan dulce música, dormía plácidamente. Fue feliz, hasta que un horrible niño trepó a las nubes escalando unas habichuelas mágicas y le robó las monedas, la gallina, y el arpa. El ogro intentó perseguirlo, pero el malvado niño tomó un hacha y cortó la habichuela. Nuestro bello ogro se mató al caer desde las nubes y... ¿Qué tienes mi amor? ¿Por qué lloras?, ¿te asustaste?, ¡tontito…! ¡Si los niños no existen!
- En lo más espeso de las nubes, en un gran castillo hecho con piedra gris, vivía un ogro hermoso como tú. Después de opípara cena, contaba las monedas de oro que había logrado con ahorros de toda la vida. Colocaba sobre la mesa a una gallina que cada noche ponía un huevo de oro y, tras guardarlo, sacaba su arpa mágica y, arrullado con tan dulce música, dormía plácidamente. Fue feliz, hasta que un horrible niño trepó a las nubes escalando unas habichuelas mágicas y le robó las monedas, la gallina, y el arpa. El ogro intentó perseguirlo, pero el malvado niño tomó un hacha y cortó la habichuela. Nuestro bello ogro se mató al caer desde las nubes y... ¿Qué tienes mi amor? ¿Por qué lloras?, ¿te asustaste?, ¡tontito…! ¡Si los niños no existen!
El nacimiento de Blanca Nieves
El rey suspendió la cacería, llegó precipitadamente a palacio e irrumpió en la recámara real. Quería ser testigo de lo que ya se rumoraba por todo el reino. En efecto, la reina había dado a luz a una niña de tez tan blanca como la nieve del Kilimanjaro y ojos igual de azules que el lago Mobutu. Con pensamientos más negros que su piel, el rey se abalanzó sobre la esposa y le apretó hasta la fractura el esbelto cuello de ébano.
Agobio
La pobre madrastra de Hansel y Gretel murió de hambre. Desmejorada, flaca a causa de angustias, casi no dormía por convencer al marido de que abandonara a los dos niños en el bosque. En las mañanas, llena de esperanza los veía partir y se apresuraba a preparar el raquítico puchero. No alcanzaba a probarlo, porque en esos momentos regresaba el leñador, desconsolado de haber tenido que dejar a sus hijos en el bosque. Ella tenía que alentarlo y alimentarlo. Cuando se disponía a probar bocado, regresaban los rollizos e insoportables niños Hansel y Gretel que quién sabe por qué azares del destino siempre encontraban el camino de regreso. Ambos terminaban con la comida, pretextando que la caminata les había abierto el apetito.
El rey suspendió la cacería, llegó precipitadamente a palacio e irrumpió en la recámara real. Quería ser testigo de lo que ya se rumoraba por todo el reino. En efecto, la reina había dado a luz a una niña de tez tan blanca como la nieve del Kilimanjaro y ojos igual de azules que el lago Mobutu. Con pensamientos más negros que su piel, el rey se abalanzó sobre la esposa y le apretó hasta la fractura el esbelto cuello de ébano.
Agobio
La pobre madrastra de Hansel y Gretel murió de hambre. Desmejorada, flaca a causa de angustias, casi no dormía por convencer al marido de que abandonara a los dos niños en el bosque. En las mañanas, llena de esperanza los veía partir y se apresuraba a preparar el raquítico puchero. No alcanzaba a probarlo, porque en esos momentos regresaba el leñador, desconsolado de haber tenido que dejar a sus hijos en el bosque. Ella tenía que alentarlo y alimentarlo. Cuando se disponía a probar bocado, regresaban los rollizos e insoportables niños Hansel y Gretel que quién sabe por qué azares del destino siempre encontraban el camino de regreso. Ambos terminaban con la comida, pretextando que la caminata les había abierto el apetito.
*Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura, México, 2006
Queta Navagómez nació en Bellavista, Nayarit, México. Es licenciada en Educación Física. Escribe cuento, poesía y novela.
*Ganadora del II Certamen Literario de la revista Marie Claire 1995.
*Premio Nacional de Cuento “Álica de Nayarit” 1995.
*Premio Nacional Bienal de Poesía “Alí Chumacero”, Nayarit, 2003-2004.
*Premio Nacional de Cuentos Campiranos, UACH, 2007.
*Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero”, Bellas Artes 2008.
*Ganadora del VIII Premio de Poesía del Pitic, Hermosillo, Sonora, 2009.
Además de diversos premios literarios en la República Mexicana.
Concluyó el Diplomado en Creación Literaria, en la Escuela de Escritores, de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) Generación XXXV
Tiene publicados:
Aquí no ha terminado, cuentos brevísimos, Editorial La tinta de Alcatraz, Toluca, Estado de México 1993.
Fantasmas de Ciudad, poesía, Editorial Tintanueva, México 1999
Piel de Niño, cuentos, Editorial de la Universidad Pedagógica Nacional, México 2000
Hizo la antología de Cien cuentos brevísimos de Latinoamérica, Cuadernos Politécnicos de Difusión Cultural, serie Nuestra Palabra, número 17, México 2000
En busca de un alma, (cuentos huicholes), Editorial EDAMEX, México 2001
Tukari Temai el Hacedor de Lluvias, (novela huichola), Editorial Libros para Todos, EDAMEX, México 2002
Destiempo, sonetos. Editorial Tintanueva, colección Oscura Palabra, num. 30, México 2004.
De mujer la hoguera, cuentos, Linajes Editores, Tlanepantla, Estado de México, enero 2006.
Canto para desplegar las alas, poesía, Tintanueva Ediciones, México, abril del 2006.
Hadas ebrias, cuentos mínimos, Editorial UNAM, FES Zaragoza, México 2006.
Balón y Astillas, cuento. Departamento de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Chapingo, Estado de México, 2008.
En 2009 ganó el VIII Premio Nacional del Valle del Pitic en Sonora.
Queta Navagómez nació en Bellavista, Nayarit, México. Es licenciada en Educación Física. Escribe cuento, poesía y novela.
*Ganadora del II Certamen Literario de la revista Marie Claire 1995.
*Premio Nacional de Cuento “Álica de Nayarit” 1995.
*Premio Nacional Bienal de Poesía “Alí Chumacero”, Nayarit, 2003-2004.
*Premio Nacional de Cuentos Campiranos, UACH, 2007.
*Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero”, Bellas Artes 2008.
*Ganadora del VIII Premio de Poesía del Pitic, Hermosillo, Sonora, 2009.
Además de diversos premios literarios en la República Mexicana.
Concluyó el Diplomado en Creación Literaria, en la Escuela de Escritores, de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) Generación XXXV
Tiene publicados:
Aquí no ha terminado, cuentos brevísimos, Editorial La tinta de Alcatraz, Toluca, Estado de México 1993.
Fantasmas de Ciudad, poesía, Editorial Tintanueva, México 1999
Piel de Niño, cuentos, Editorial de la Universidad Pedagógica Nacional, México 2000
Hizo la antología de Cien cuentos brevísimos de Latinoamérica, Cuadernos Politécnicos de Difusión Cultural, serie Nuestra Palabra, número 17, México 2000
En busca de un alma, (cuentos huicholes), Editorial EDAMEX, México 2001
Tukari Temai el Hacedor de Lluvias, (novela huichola), Editorial Libros para Todos, EDAMEX, México 2002
Destiempo, sonetos. Editorial Tintanueva, colección Oscura Palabra, num. 30, México 2004.
De mujer la hoguera, cuentos, Linajes Editores, Tlanepantla, Estado de México, enero 2006.
Canto para desplegar las alas, poesía, Tintanueva Ediciones, México, abril del 2006.
Hadas ebrias, cuentos mínimos, Editorial UNAM, FES Zaragoza, México 2006.
Balón y Astillas, cuento. Departamento de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Chapingo, Estado de México, 2008.
En 2009 ganó el VIII Premio Nacional del Valle del Pitic en Sonora.
Además ha sido incluido en diversas antologías de cuento y poesía en México, Argentina y Perú