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Escritoras para el Nuevo Milenio XVIII

EVIDENCIA
Por: Matilde Pons
El sol de invierno —de quien la gente no desconfía— será mi cómplice. La llegada precoz de la estación borrará los buenos días, las buenas intenciones y corrientes de aire. Sólo al final se pregunta cómo pudo caer en ese juego licencioso. Elena en sus ratos libres y sus todavía más libres pensamientos; y nunca lo bastante fría ¿o caliente?, para acicalarse desnuda ante la ventana sin visillos. Ver o no ver. Mostrar la verdad a media cara o cubrir su encanallamiento regular e innecesario, puesto que Elena lo desconoce, mientras el ensaya vocablos y miradas persuasivas. Después de innumerables naderías acaba por aceptar que la excitante materia prima es el deseo. Reconoce, por otra parte, que una media sonrisa de Elena le anima a nuevos intentos. Manosea magistralmente la imagen de la fotografía, que se atrinchera en una palmera y observa: es bonita esa muchacha. Por lo menos en segundo plano.Nadie sino él puede arreglar el asunto, la casi imposibilidad de acercarse a ella. Cuando todo esté listo —en realidad nunca—, le permitirá un acercamiento. Aunque necesita una coartada dentro de unos minutos, cuando con gesto maquinal se aproxime Elena, confundiéndole. Ya era así, en primavera… Una ojeada al reloj y las cinco. Él temblequea. Penosamente camina hasta la ventana. Leyes antiguas regulan su comportamiento, los pormenores de sus gestos, de sus ojos dentro de un cerco de errores, y la duda minando progresivamente su entendimiento, que fluctúa del desequilibrio a la posesión. El asunto, más bien turbio, le hace dejar un pequeño margen para el error. Hoy es martes, podría muy bien suicidarse —claro está—. Punto de apoyo que fijaría para siempre la atención de Elena en su persona, de más está decirlo, sospechosa.Y suponiendo que su muerte no adelante nada, ¿quién va a admirarse? El mundo siempre ha sido igual. Lo comprueban la historia, la ciencia, la literatura. Las situaciones no se arreglan así como así, nada más por desearlas. Sería mejor una buena mezcla de indiferencia45
y desdén, con la intención de engañar a Elena, en lugar de seguir mirando.Error de cálculo. Lo cual dificulta las cosas para llegar hasta la ventana y todo lo demás. Queda aún por saber si el croquis mental, minucioso y exacto, incluye el comportamiento de la vieja escalera bajo sus pies y si la Kodak reflejará el viento silbando entre dientes la situación lamentable de dos cuerpos… Resultaría improbable. Y entre ayer y mañana no cabe el presente, ese tiempo dudoso que prolonga la destrucción total o la evita. Depende si Elena, conducida por algún impulso sospechoso, extravagante, como matarse o matarlo, actúa.Parece que los buenos días y las buenas tardes, y el sol, se acaban, de veras. Queda únicamente la noche. ¿Vendrá? O da por descontado una campaña de intimidación en su contra. ¿Cuál será el elemento sorpresa en l a cama, Elena, el deseo insatisfecho, la muerte? Nadie sino él se ocupa de este asunto: hace falta un gesto teatral, una insoportable coincidencia, un tablón rebelde que la haga tropezar y… antes o después la eternidad. Así ocurre a veces, y no es fácil decidir, después de todo…Más tarde, cuando mi cómplice alumbre, revelará la última foto de Elena.