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Escritoras para el Nuevo Milenio XX

La parodia de Eros
Por: Diana Lein

No hay cosa que disfrute más, como espectadora, que una buena escena de sexo en pantalla. Tal vez por eso nunca he tenido el más mínimo pudor en hacerlas, y les he procurado especial atención. Aunque sea una la que da cara, nalgas y cuerpo a esas escenas, la verdad es que todos los actores dependemos inefablemente en esos momentos, de la sexualidad del director. Es ahí creo, donde se transparenta totalmente la sexualidad de ellos, que no la nuestra. En cómo se lo imaginan, qué consideran una buena cogida…y los hay para todos gustos: educados, guarros de clóset, sofisticados, aburridos, absolutamente perversos…. y luego, claro, está Iván Ávila, que supera todas las expectativas, pero a eso volveré más adelante.

Sigue pareciéndome increíble, después de haber hecho algunas escenas de sexo, que de verdad pueda verse erótico algo que en la mayoría de los casos, es totalmente técnico. El panorama va más o menos así: unos segundos antes de decir -acción- suele haber un técnico midiendo la luz, que, como mínimo va en una teta. Si el crew está relajado[1], hace bromas. Mientras una ahí, en pelotas, trata de atender con naturalidad a las indicaciones del director y revisar que te sepas todas las marcas y que, cojas como cojas, tu mano o tu pie no pueden salirse de un límite determinado… he ahí la magia del cine.

Luego está tu compañero, el actor o la actriz con la que te toque hacerlo. En general, por lo menos en mi experiencia, el otro está igual que tú: con una buena disposición, su poco o mucho pudor, y una sensación de estar sí, en medio de una película, pero de terror. Porque si no te gusta, es malo. Pero si te gusta es peor. La química en escena, es algo de lo que todos, directores, productores y actores hablamos con aparente conocimiento de causa, pero siempre andamos preguntándonos qué es en realidad. Por supuesto, como todos, tengo mi teoría al respecto. Creo que intentamos adornar de la manera más sofisticada posible el simple hecho de si esas dos personas se gustan, y si tienen ganas de quitarse la ropa el uno frente al otro, para que por unos instantes sientan y nos transmitan, el inocultable deseo absoluto por el otro.

Claro que nos suceden cosas en esas escenas, no hay posibilidad de esconderse cuando está el cuerpo en juego. Independientemente de la realización de la escena, a veces sentimos placer, a veces asco, a veces tensión absoluta. Y eso se refleja, sí, pero no de manera directa. Un momento incómodo, a veces pudoroso, puede convertirse en un matiz muy tierno en el resultado final de la escena.

Hay muchos actores y actrices a los que les cuesta hacer escenas sexuales. En mi caso no ha sido así. Hacerlas, frente un equipo de no más de veinte personas, con las que llevas trabajando intensamente algunos días y con un actor o un actriz que está creando una ficción junto contigo, no es tan difícil en realidad…lo difícil es verlas, en una pantalla de cine, sentada junto a doscientas personas que no conoces, en un festival, y después presentarla. ¡Eso es difícil!

Creo que el director con el que he filmado más escenas sexuales y desde luego, las más sofisticadas, ha sido Iván Ávila. En Adán y Eva (todavía), cada vez que llegaba un actor o actriz nuevo al set, sólo pensaba: En qué momento me lo voy a tener que tirar. El método de trabajo de Iván, que implicaba que los actores no conociéramos el guión, hacía imposible prepararse o prever este tipo de escenas. Eso era justo lo que él quería: verdad, no representación. Tampoco nos dejaba hablar previamente con nuestros compañeros. Lo quería todo fresco para la escena. Desde luego su método funcionó. Pero de nuevo aquí hay una gran distancia entre el resultado en pantalla y lo que sucede en el set. Cuando llegamos a filmar la parte de Buenos Aires, al tercer día de llamado llegó Marta Riveros, toda una Señora actriz argentina, encantadora. Iván nos presentó, nos dimos la mano, y lo siguiente fue hacer una escena donde ella está acostada junto a Junior Paulino (Adán) y yo entro en la habitación, me desnudo y me meto en la cama entre ellos acariciando a cada uno. Una alegoría deliciosa de la Santísima Trinidad. Después de la primera toma, Iván se me acercó y a punto de exasperarse me dijo: No, Diana, no. Necesito ver que le agarras el clítoris. Tiene que ser preciso lo de la mano. Creo que me acerqué a Marta y le dije algo así como: Perdón, yo… creo que voy a tener que, bueno, eso, agarrarte y… con permiso. Fue absolutamente hilarante, demencial. Tiempo después, cuando me reencontré con Marta para el estreno de la película, nos moríamos de la risa recordándolo.

¿Dónde está Eros, entonces? Porque la inmediatez del trabajo en el set es más cercano a una parodia de la pornografía que al erotismo. Para mí que habita en el celuloide; así como habita en la letra. Inevitablemente es la mirada del otro, sobre algo que resuena en lo propio.

De últimas, una sugerencia para los presentes y los futuros directores que nos quieran seguir haciendo estremecer en la butaca: Cuiden el ambiente de su set cuando quieran hacer estas escenas, cuiden a los actores, sean claros, precisos y sobre todo, por favor, no filmen mal sexo….no hay nada peor.

[1] Nota: Si no es así entonces corren como hormigas en el set, no te miran a los ojos o se sonrojan cuando les hablas.