Fragmento de novela
Por: Beatriz Russo
Invierno. Madrugada. Casa. Cama
A Eva Blondie el invierno le entra por el oído. En invierno comienzan a emerger todos aquellos sonidos aletargados el resto del año. El sonido del agua sobre la verja de su jardín no suena del mismo modo que el agua que se derrama de las jardineras del piso de arriba en las noches de verano. Hay algo especial en los sonidos del invierno. Como si la frecuencia de emisión alterara
la composición química de su cuerpo. Una sensación de piel frágil y tímida, quizás buscando el roce esporádico y casual.
Por eso Eva Blondie hoy se ha despertado con la lluvia. La madrugada siempre le ha transmitido una sensación de soledad. Pero Eva Blondie está por encima de la nostalgia. Quizás en otra época habría añorado despertarse junto a alguien, abrazarlo y hacer el amor. Sin embargo, ya hace mucho tiempo que dejó de creer en estas cosas. Los Reyes Magos no existen y no pasa nada. A Eva Blondie alguien le dijo un día que tampoco existen los príncipes azules.
Pero hoy es diferente. Eva Blondie no siente nostalgia de ese príncipe azul. Le ocurre que se ha despertado con el sonido del agua y por primera vez desde el último invierno ha aborrecido su dildo. Cambiarlo sería una solución si no fuera porque lo que Eva Blondie necesita es que alguien la folle. No, Eva Blondie no necesita ningún rostro contemplativo junto a ella que la mire
mientras duerme. Eso ya pasó. Ahora necesita que su dildo cobre vida, que deje de ser una polla inanimada y pare de obedecerla. Eva Blondie no tenía que haberse despertado hoy con este pensamiento. No, hoy no.
A Eva Blondie el invierno le ha entrado por el oído y el agua, el sonido del agua, le recuerda al sonido del vino agudizado con el toque de las dos copas chocando ligeramente como dos cuerpos que se desean con la euforia de un brindis. Eva Blondie desea ese brindis sobre su sexo. El “chinchín” entre dos sexos – se dice bromeando. El juego del dedo índice recorriendo el borde
de la copa lentamente, con la lentitud de quien empieza a acariciar los labios de una vagina y después va descendiendo hacia el interior de la copa donde el vino va tiñendo su dedo. Y después el dedo sobreexcitado busca los labios del rostro y los penetra lentamente y apretados. Y así lo desea Eva Blondie
ahora que llueve.
Eva Blondie no tiene una copa de vino a mano, sólo medio vaso de leche sobre la mesilla de noche. Es tan blanca como su vagina cuando canta y ríe. Introduce su dedo índice en el medio vaso de leche y comienza a simular que recorre el borde de una copa de vino sobre los labios deshidratados de su sexo. Va rodeando sigilosamente toda la circunferencia como si quisiera que no se borrara el círculo. Repasa el trazo una y otra vez y los labios cada vez son más carnosos y más húmedos, como si alguien le llorara encima. A veces hace el amago de descender por la copa de su vagina. Otras, llega hasta el fondo de la copa oscura y moja su dedo índice. Sabe a leche gelatinosa, pero le gusta. Tan solo le gusta y la excitación va y viene, como si su cuerpo
entrara en cortocircuito. Quiere más. Eva siempre quiere más, especialmente en la madrugadas lluviosas en que se despierta y ve que no hay nadie junto a ella, alguien que la folle. Eva Blondie quiere más, agarra su dildo, lo introduce en el medio vaso de leche y reinicia el juego de recorrer el borde de la copa de su vagina. Pero Eva Blondie quiere aún más y desea que el dildo, su dulce y obediente dildo sea una polla subversiva y la desobedezca. Y desea también que esa polla subversiva tenga una mano peluda y poderosa que le tape la boca mientras la folla con un brindis resistente, con el brindis de quien no teme romper ningún cristal y si se rompe, que corte y sangre. Eva Blondie siente esa mano peluda y poderosa ahogando su respiración y desea también que esa polla subversiva y esa mano peluda y poderosa tengan otra mano aún más poderosa que le apriete el culo mientras la folla, como si el mundo se le fuera de las manos y quisiera agarrarlo y destruirlo con una sola mano rugosa y quizás sucia y grasienta. Eva Blondie se imagina entonces que esa polla subversiva, esa mano peluda y poderosa y esa otra mano aún más poderosa y destructiva pertenecen a un cuerpo seboso y también peludo, flácido y blanquecino que se mueve ondeando sus lorzas de un modo irreverente, derramando un sudor que le ensucia la fina piel de sus pechos.
Entonces, Eva Blondie busca desesperadamente el norte de ese cuerpo y llega hasta un rostro con una boca abierta y una lengua gelatinosa desmayada sobre los labios. Asciende un poco más y ve sus ojos. Son negros y desorbitados. Parecen no mirarla. Parecen no percibir que se están follando a Eva Blondie. Ese cuerpo seboso, peludo, flácido y blanquecino que se mueve ondeando las lorzas como un mantel al que se le sacuden las migas del almuerzo, ese cuerpo que tiene dos manos también peludas y poderosas y una polla subversiva no sabe que se está follando a Eva Blondie. Ese cuerpo desconsiderado y lleno de ímpetu y semen sólo quiere follarse a ese coño
depilado que huele a leche gelatinosa. Eva Blondie siente asco, casi roza el vómito y sin embargo, su excitación es irreflexiva y le hace suplicarle que no pare, que le gusta que la folle un tipo tan asqueroso como él. Él la mira y le da un bofetón y le dice que a él que coño le importa lo que dice y empuja con más ímpetu. Eva le suplica que no pare y él va más deprisa. Quizás la copa
de su vagina se esté resquebrajando. A ella no le importa, y menos aún a él, que no sabe que se está follando al coño de Eva Blondie. Eva grita con fuerza un nombre inventado, quizás Manolo, y le pide que no pare, que no pare ni un segundo de empujar ahora que ya casi va a vomitar de placer y asco. Y se produce ese vómito de su vagina y el dildo sale disparado y se estrella contra
el cristal de la ventana al tiempo que Eva coge el vaso de leche y lo derrama sobre su vagina. El cuerpo seboso, peludo y blanquecino se ha esfumado y con él su asco. Aún puede dormir una hora antes de levantarse.
A Eva Blondie el invierno le entra por el oído. En invierno comienzan a emerger todos aquellos sonidos aletargados el resto del año. El sonido del agua sobre la verja de su jardín no suena del mismo modo que el agua que se derrama de las jardineras del piso de arriba en las noches de verano. Hay algo especial en los sonidos del invierno. Como si la frecuencia de emisión alterara
la composición química de su cuerpo. Una sensación de piel frágil y tímida, quizás buscando el roce esporádico y casual.
Por eso Eva Blondie hoy se ha despertado con la lluvia. La madrugada siempre le ha transmitido una sensación de soledad. Pero Eva Blondie está por encima de la nostalgia. Quizás en otra época habría añorado despertarse junto a alguien, abrazarlo y hacer el amor. Sin embargo, ya hace mucho tiempo que dejó de creer en estas cosas. Los Reyes Magos no existen y no pasa nada. A Eva Blondie alguien le dijo un día que tampoco existen los príncipes azules.
Pero hoy es diferente. Eva Blondie no siente nostalgia de ese príncipe azul. Le ocurre que se ha despertado con el sonido del agua y por primera vez desde el último invierno ha aborrecido su dildo. Cambiarlo sería una solución si no fuera porque lo que Eva Blondie necesita es que alguien la folle. No, Eva Blondie no necesita ningún rostro contemplativo junto a ella que la mire
mientras duerme. Eso ya pasó. Ahora necesita que su dildo cobre vida, que deje de ser una polla inanimada y pare de obedecerla. Eva Blondie no tenía que haberse despertado hoy con este pensamiento. No, hoy no.
A Eva Blondie el invierno le ha entrado por el oído y el agua, el sonido del agua, le recuerda al sonido del vino agudizado con el toque de las dos copas chocando ligeramente como dos cuerpos que se desean con la euforia de un brindis. Eva Blondie desea ese brindis sobre su sexo. El “chinchín” entre dos sexos – se dice bromeando. El juego del dedo índice recorriendo el borde
de la copa lentamente, con la lentitud de quien empieza a acariciar los labios de una vagina y después va descendiendo hacia el interior de la copa donde el vino va tiñendo su dedo. Y después el dedo sobreexcitado busca los labios del rostro y los penetra lentamente y apretados. Y así lo desea Eva Blondie
ahora que llueve.
Eva Blondie no tiene una copa de vino a mano, sólo medio vaso de leche sobre la mesilla de noche. Es tan blanca como su vagina cuando canta y ríe. Introduce su dedo índice en el medio vaso de leche y comienza a simular que recorre el borde de una copa de vino sobre los labios deshidratados de su sexo. Va rodeando sigilosamente toda la circunferencia como si quisiera que no se borrara el círculo. Repasa el trazo una y otra vez y los labios cada vez son más carnosos y más húmedos, como si alguien le llorara encima. A veces hace el amago de descender por la copa de su vagina. Otras, llega hasta el fondo de la copa oscura y moja su dedo índice. Sabe a leche gelatinosa, pero le gusta. Tan solo le gusta y la excitación va y viene, como si su cuerpo
entrara en cortocircuito. Quiere más. Eva siempre quiere más, especialmente en la madrugadas lluviosas en que se despierta y ve que no hay nadie junto a ella, alguien que la folle. Eva Blondie quiere más, agarra su dildo, lo introduce en el medio vaso de leche y reinicia el juego de recorrer el borde de la copa de su vagina. Pero Eva Blondie quiere aún más y desea que el dildo, su dulce y obediente dildo sea una polla subversiva y la desobedezca. Y desea también que esa polla subversiva tenga una mano peluda y poderosa que le tape la boca mientras la folla con un brindis resistente, con el brindis de quien no teme romper ningún cristal y si se rompe, que corte y sangre. Eva Blondie siente esa mano peluda y poderosa ahogando su respiración y desea también que esa polla subversiva y esa mano peluda y poderosa tengan otra mano aún más poderosa que le apriete el culo mientras la folla, como si el mundo se le fuera de las manos y quisiera agarrarlo y destruirlo con una sola mano rugosa y quizás sucia y grasienta. Eva Blondie se imagina entonces que esa polla subversiva, esa mano peluda y poderosa y esa otra mano aún más poderosa y destructiva pertenecen a un cuerpo seboso y también peludo, flácido y blanquecino que se mueve ondeando sus lorzas de un modo irreverente, derramando un sudor que le ensucia la fina piel de sus pechos.
Entonces, Eva Blondie busca desesperadamente el norte de ese cuerpo y llega hasta un rostro con una boca abierta y una lengua gelatinosa desmayada sobre los labios. Asciende un poco más y ve sus ojos. Son negros y desorbitados. Parecen no mirarla. Parecen no percibir que se están follando a Eva Blondie. Ese cuerpo seboso, peludo, flácido y blanquecino que se mueve ondeando las lorzas como un mantel al que se le sacuden las migas del almuerzo, ese cuerpo que tiene dos manos también peludas y poderosas y una polla subversiva no sabe que se está follando a Eva Blondie. Ese cuerpo desconsiderado y lleno de ímpetu y semen sólo quiere follarse a ese coño
depilado que huele a leche gelatinosa. Eva Blondie siente asco, casi roza el vómito y sin embargo, su excitación es irreflexiva y le hace suplicarle que no pare, que le gusta que la folle un tipo tan asqueroso como él. Él la mira y le da un bofetón y le dice que a él que coño le importa lo que dice y empuja con más ímpetu. Eva le suplica que no pare y él va más deprisa. Quizás la copa
de su vagina se esté resquebrajando. A ella no le importa, y menos aún a él, que no sabe que se está follando al coño de Eva Blondie. Eva grita con fuerza un nombre inventado, quizás Manolo, y le pide que no pare, que no pare ni un segundo de empujar ahora que ya casi va a vomitar de placer y asco. Y se produce ese vómito de su vagina y el dildo sale disparado y se estrella contra
el cristal de la ventana al tiempo que Eva coge el vaso de leche y lo derrama sobre su vagina. El cuerpo seboso, peludo y blanquecino se ha esfumado y con él su asco. Aún puede dormir una hora antes de levantarse.
Beatriz Russo nace en Madrid en 1971. Poeta y narradora desde que viviera un encierro de varios años, sus años luminosos, y descubriera que para ser poeta no hay que morir. En 2004 publica su primer poemario En la salud y en la enfermedad (Sial), a partir del cual, no cesa en el empeño de encontrar su propia voz, hallada en La prisión delicada (Calambur, 2007). Su obra aparece en diversas antologías. Como narradora ha obtenido un premio de novela erótica con La versión de Eva Blondie, al que decidió renunciar. Su segunda novela, La montaña rusa, será publicada en breve. Su obra ha sido divulgada en México, Ecuador, Colombia, Italia y España.
Muy pronto Beatriz tendrá su Trenza